Con un vaso de whisky

febrero 22, 2011

College Roomies From Hell!!! (IV): Equilibrismos

Filed under: Divagaciones — conunvasodewhisky @ 9:14 pm
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            Una de mis deformaciones al leer una novela o un comic, o al ver una serie o una película, es decidir si el peso de la obra la soportan las tramas o los personajes. Los Soprano, por ejemplo, tiene su gloria en los personajes. Por supuesto, ocurren cosas; sin embargo, los acontecimientos se subordinan a los personajes. Las vicisitudes de Tony al frente de su grupo en Nueva Jersey nos interesan porque nos atraparon Tony, Meadow, Junior…

            En cambio, en las novelas de Canción de hielo y fuego lo que arrastra es la trama. Queremos saber qué sucede, cómo se desarrollan las intrigas, las conspiraciones y traiciones. Sí, podemos sentir simpatía por algunos personajes. Pero cuando la acción se detiene, nos removemos en el asiento. Tony llena la pantalla sencillamente comiendo un plato de macarrones mientras ve un documental en su sofá. Tyrion, sólo si está en el sofá maquinando.

            Como siempre, entre los extremos hay muchos matices. Ya he dicho en otro artículo que Carnivàle juega hábilmente con las dos opciones, logrando un punto medio casi perfecto.

            CRFH orbita alrededor de Carnivàle, en este aspecto. ¿Tramas? Desde luego que las hay. ¿Personajes? Varios dignos. ¿Quién lleva la voz cantante? Depende del día.

            Nadie puede discutir que Dave, Mike, Roger, Marsha, Margaret y April están subidos a un tren sin frenos de peripecias. Sin embargo, en ocasiones nos interesan (plural mayestático) más los raíles que lo que pasa en los vagones. Y otras, justo al contrario. Maritza Campos aprieta el acelerador de las tramas o concede unos momentos introspectivos, e incluso es capaz poner en primer término a los personajes justo en medio de lo más enrevesado del arco.

            Así, se permite dejar perdidos en medio de un bosque a Dave y Margaret, para que, alejados del resto del elenco, afronten uno de los más importantes puntos de inflexión en su relación. Y aun cuando lo que pasa en el bosque se enlaza con una de las tramas del webcomic, han sido la señorita Browning y el señor Jones los que han soportado el peso. Han sido sus diálogos, sus acciones y la recopilación de lo que llevan vivido.

            De la misma manera, en medio de los absurdos y de los destellos de argumento, la travesía de Mike, Roger y Dave en una lancha, náufragos, supone un hiato en la acción. Hiato que llenan los tres compañeros sacando de modo visceral, no por primera ni por última vez, lo que han ido acumulando.

            Esas maniobras obedecen a una decisión sopesada. Ignoro si ya desde sus orígenes, pero a estas alturas resulta evidente que el equilibrio está buscado y, en mi opinión, muchas veces encontrado.

            Hay quien torcerá el gesto. ¡Una elección tibia! En lugar de apostar todo a un número, coloca fichas en varias partes de la ruleta, para asegurar alguna ganancia. Bien, soy el primero en admitir que si un creador acumula sus fuerzas en un frente, porque es el aspecto que le interesa, merece respeto. Y si triunfa, aplauso. Pero eso no implica desprecio para otras elecciones.

            ¿Quiere centrarse en la vida interior, dar a sus criaturas personalidad? Ánimo y suerte. Sepa usted que Shakespeare (y otros) nos superará siempre a todos. ¿Quiere, en cambio, tejer una red sutil y compleja que enrede a los lectores? Adelante. Shakespeare (y otros) no se siente nada amenazado. ¿Se ve con potencia para todo? Pues hala, aplíquese las advertencias previas.

            Las tramas de CRFH, igual que los personajes, sirven con igualdad a comedia y drama. Los enredos en los que se ven envueltos los protagonistas o que ellos mismos provocan son a veces propios, justamente, de comedias de enredo o de parodias. La base submarina de Dun-Dun Island hubiese sido un buen escenario para el Fanhunter de Cels Piñol. Y a ratos casi lo parece. Aunque la mayoría del tiempo quien reina en ese arco no es precisamente la comedia.

            Uno de los grandes lastres, desde mi perspectiva, tanto para la trama como para los personajes, son los crossovers. No tengo nada en su contra por principio. Yo, como todos, he soñado con cruces entre series, libros o películas. Resulta comprensible que la autora de este webcomic, pudiendo, se dé el gusto de unir su creación a las de otros.

            Lo malo para el lector de sólo uno de esos webcomics es que durante unas cuantas semanas anda como pollo sin cabeza, tratando de entender quiénes son los nuevos, cuáles son sus motivaciones y qué está pasando aquí, exactamente, si me hace el favor. Cuando los chicos de CRFH chocaron con los de FANS, estuve rascándome la cabeza cual mono titi largo rato.

            Campos pone en juego a seis (o, más bien, siete) protagonistas de calibre. Luego, sabiendo que el diablo está en los detalles (y en otras partes), los rodea de un cortejo de aliados, antagonistas, coetáneos y gente que pasaba por allí. El cortejo es muy importante. Muchas series fracasan por falta de un buen cortejo. Los Simpson y Family Guy deben su éxito, entre otras cosas, a que los guionistas tuvieron la inteligencia de respaldar más que bien a sus familias nucleares.

            Porque, en efecto, CRFH no sería lo que es sin las mascotas de Roger; sin Diana y su hermano Paul. Sin Waldo y Steve o el profesor Dover. Sin Chester. Sin el Dragón o el Adversario.

            No digo que sienta aprecio por todo el cortejo (Paul, por ejemplo, me resulta cargante), ni que considere que están siempre bien empleados. Pero es un grupo sólido, que aun cuando no ha logrado crear un universo tan complejo como Springfield (ya nos gustaría a cualquiera crear un cuarto de su enormidad durante los años dorados), nos permite meternos en ese mundo, sentirlo habitado. No es un mero escenario donde Mike atormenta alegremente a Dave.

            Claro que Campos no se enfrentaba sólo al delicado equilibrio entre trama y personajes. Tenía que ir trenzando junta a ellas otras dos cuerdas peliagudas: el humor y el drama.

                    

febrero 15, 2011

College Roomies From Hell!!! (III): El Dragón y el Adversario

Filed under: Divagaciones — conunvasodewhisky @ 9:18 pm
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            Con semejante título, en CRFH las fuerzas de la oscuridad deberían estar marchando jovialmente sobre la faz de la Tierra. Sin embargo, durante bastante rato, los únicos secundarios medio infernales fueron Waldo, Steve y un par de demonios completamente ridículos de los cuales, por suerte, no hemos vuelto a saber. Mucho más tarde apareció en escena Vernon Damascus, multimillonario quien, pese a fumar puros, llevar traje, realizar experimentos enloquecidos y disponer de una base secreta a lo Doctor No ha sido incapaz de ingresar en mi club de villanos, ni siquiera en condición de invitado de temporada.

            La verdad sea dicha, hubo una época en la que consideré a Mike Green como el mayor exponente de la maldad en CRFH, opinión que Dave y Roger apoyarían con vehemencia. Posteriormente admití a su hermana Blue como otra buena manipuladora. Me gustaba que dos de los protagonistas aportaran un grado mayor o menor de malevolencia. Además, encaja de maravilla con las épocas cómicas. Ahí tenemos a Bender en Futurama o a Stewie en Family Guy como escogidos ejemplos.

            Sin embargo, los hermanos Green habían aprendido en casa y en casa mandaba su señora madre. Hazel Green se resistió a dejarse ver. Aun cuando Mike habla por teléfono con ella casi desde la primera tira (siempre contra su voluntad), al principio no tenemos muchos indicios para diferenciarla de cualquier otra madre con un hijo en la universidad. Y cuando Mike se estremece al pensar en su hogar, los lectores pueden suponer que se trata de una humorística exageración. Es posible que hasta la misma Campos lo creyera así.

            Pero Madame Green no es conocida entre su progenie como el Dragón por nada. Con su figura de modelo, sus maneras aristocráticas, sus vestidos impecables, su fortuna fabulosa y su mente retorcida es capaz de dejar convertido a su digno descendiente en una hoja temblorosa con sólo sonreír. Cubre meritoriamente el papel de villano irónico y también cómico.

            Porque, aun si CRFH se hubiera mantenido exclusivamente en el campo del humor, Hazel no sería muy diferente. Después de todo, actúa, en esencia, como una madre cualquiera: tiene puesto un ojo vigilante en el hijo fuera de casa, otro en la hija a punto de irse de casa, otros cinco en sus respectivas amistades o escarceos amorosos, dispuesta a proteger a los suyos incluso a pesar de ellos mismos. Es una elegante Mamá Gallina maquinadora, despiadada e implacable. Y eso es una veta humorística, si se sabe aprovechar.

            Malvada como Dios manda, Hazel Green es una mujer solitaria. Sí, tiene a su alrededor varios siervos (sus hijos naturales o adoptados, aparte del mayordomo, enamorado sin esperanza y con mucha corrección); sí, se deja cortejar por Damascus, inferior a ella desde todo punto de vista. Pero los únicos que muestran una capacidad intelectual para el mal parecida a la suya, Mike y Blue, tratan de poner toda la distancia posible entre ellos y la temible matriarca.

            Lo cual es frustrante y divertido a partes iguales para el Dragón. En efecto, si sus vástagos no lucharan contra ella, los consideraría en bien poco. Además, así jugar con Dave, April o Marsha resulta más entretenido. Por otro lado, si confiamos en el poder de los sueros de la verdad, Hazel quiere sincera, genuinamente a sus hijos. Lo cual, supongo, es de poco consuelo en una familia cuya máxima muestra de cariño es el lavado de cerebro.

            Cuando el drama y la comedia se mezclan o el primero logra la primacía (ya lo estudiaremos), Hazel sabe mantenerse. Sus planes de venganza, sus estudiadas torturas aparecen en los arcos menos cómicos. Ella sonríe fríamente. En las tramas serias siempre es agradable que el antagonista sepa burlarse del sufrimiento ajeno. Madame Green se burla a base de bien, lo cause ella misma o no.

            Hazel Green tiene además una ventaja: podemos contar con su presencia, independientemente de que Campos apueste por la trama, por las bromas o por los personajes. Porque si hay trama, ¿quién mejor que ella para estar tirando de los hilos, si exceptuamos al Adversario? Si de chistes se trata, ¿quién mejor que ella para complementar a Mike y a Blue en un trío de conspiradores enfrentados? Si de personajes, ¿cómo va a desaparecer la carismática madre de dos protagonistas, con la que toparán sus amigos, novios o conocidos? El Dragón, espero, no se va a ninguna parte.

            Pese a toda su astucia y malicia, Hazel no ocupa la cima del Mal en CRFH. Ese puesto, por derecho propio, pertenece al otro gran antagonista. Al Adversario. Al Diablo.

            Como ya dije en otros artículos, la palabra Satán puede significar tanto “Acusador” (así, en el Libro de Job) como “Enemigo”. O Adversario. Campos ha empleado el término con gran escrúpulo etimológico. Y, como ya diré, el Adversario introduce, con su primera aparición, el drama en CRFH. Si Hazel sale en escena, uno puede esperar un chiste o una atrocidad. Cuando aparece el Diablo, sólo lo segundo. Aunque, eso sí, él se lo pase de miedo.

            Pocos personajes han sido más descritos, dibujados, presentados o sugeridos que el Demonio. Los matices y variantes son innumerables, aun cuando, en los últimos años, se ha puesto de moda rescatar al Satán miltoniano, sobre todo según las ilustraciones de William Blake. Ese Lucifer hermoso, aristocrático, individualista fue el que puso en juego, con enorme acierto, Neil Gaiman en la saga The Sandman y el que retomó Mike Carey en su respetable spin-off.

            Campos, en cambio, ha escogido uno de sus aspectos tradicionales: el que podemos ver en muchas pinturas medievales o en esas dos siniestras obras de Goya que son El Aquelarre y El Gran Cabrón.

            Envuelto en un gran manto oscuro, un anillo señorial en la mano, cabeza de carnero o toro, ojos ardientes, sonrisa llena de colmillos, con el añadido de un cigarro o un pitillo (más puros y menos cigarrillos, sería mejor). Así se manifiesta el Príncipe de las Tinieblas, cuando no anda poseyendo a algún desgraciado.

            La imagen es el espejo del alma, en esta ocasión. Si el Lucifer de Gaiman y Carey, con un eterno gesto desdeñoso, observaba el cosmos entero como una fuente inagotable de tedio y, aunque capaz de arrasar una dimensión entera sin pestañear, jamás se interesaba por las vicisitudes de los meros mortales, el Satán de Campos se involucra activamente en la vida de esos mortales y ve el universo como un lugar lleno de diversiones.

            “Es un hijo de perra y le encanta”. Así describió Cels Piñol a Killer Dog, en Fanhunter. Campos podría haber usado exactamente las mismas palabras con su Diablo. Mientras que Madame Green actúa invariablemente por un motivo concreto, con un fin que, a sus ojos, justifica cualquier medio (bien es verdad que regodeándose en esos medios), siempre me ha dado la sensación de que el Adversario considera sus medios como fines en sí mismos, independientemente de sus proyectos a largo plazo.

            Las apariciones del Demonio están muy medidas. Sea convocado o se invite a sí mismo. En varias ocasiones no queda claro si ha intervenido o no. ¿Era todo una pesadilla provocada por la fiebre o unos hongos azules? ¿O es que, sin un lord Morfeo vigilando, Satán se infiltra en los sueños para torturar a sus juguetes? Y, en cualquier caso, ¿por qué los tortura?

            Margaret, en un inicio, parecía ser su objeto exclusivo de atención. Dave tuvo la poco inteligente idea de andar enamorado de ella. Y el Adversario se divirtió como un enano con ellos dos. Ahora bien, llegado un momento, reconoció ante una espantada Margaret que las razones por las que la había acosado durante tanto tiempo no eran tales. Desde entonces, Satán se ha desinteresado de ella. Aunque vayan ustedes a saber: el Diablo de Campos se toma el título de Padre de las Mentiras muy en serio.

            Cuando ya casi todo el mundo se había olvidado de él, Satán reapareció tan atroz como siempre: ahora era Mike en quien fijaba la mirada. ¡Mike contra el Demonio! Esto me provocaba un conflicto de simpatías más grande aún que en los duelos internos de la familia Green. A lo largo de esta partida, aún irresuelta, en el que el Adversario parece jugar con cinco barajas distintas, repletas de cartas marcadas, se ha ido haciendo cada vez más claro un aspecto del pasado de Mike, el cual hace inclinar la balanza hacia la hipótesis de que el Diablo, al fin y al cabo, sí tiene un plan maestro. Aspecto, por cierto, que me hizo estremecer un poco y que ahora voy asumiendo, aunque a regañadientes. Salvo que sea una nueva treta.

            Menos refinado que Hazel Green, más dispuesto a mancharse las manos, el Adversario es un titiritero aún mayor que el Dragón. Manipula los sentimientos de sus víctimas, las hace bailar a su son sin que ni siquiera se den cuenta y, cuando sus ataques parecen frustrados, sus enemigos tienen la lúgubre sospecha de que él ha vuelto a ganar, de algún modo.

            Es plausible que el Dragón y el Adversario, quienes nunca se han visto las caras, que sepamos, pero, a estas alturas, ya metidos en el mismo juego, acaben siendo los dos poderes enfrentados, con todos los demás personajes a modo de peones. Bueno, aquí me he dejado llevar por mis fantasías, lo admito. Aunque sería divertido contemplarlo. Eso sí, el Diablo tiene una gran ventaja: es el único personaje que carece de sentimientos y es un adicto a la guerra total. Igual que el Joker. Ya sabemos de lo que resulta capaz alguien así.

            Si hasta el Dragón tiene sus puntos débiles, ¿qué va a ser del resto?

febrero 8, 2011

College Roomies From Hell!!! (II): Los Roomies

Filed under: Divagaciones — conunvasodewhisky @ 7:49 pm
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            Cumpliendo la costumbre, Maritza Campos ha escrito una breve descripción de sus principales personajes. Como guinda, realizó una entrevista a los mismos, para que pudieran opinar sobre sus compañeros de piso y sobre sí mismos. Por lo tanto, evitando ser reiterativos, no tendremos aquí un retrato de Mike, Roger, Marsha, April, Margaret o Dave. Vayan ustedes al webcomic, hombre. Mejor no iba a lograr hacerlo.

            Como ya expondré, CRFH anda en la cuerda floja, sin apostar todo a la trama ni todo a los personajes. Por ello, por darle su parte del pastel a estos últimos, Maritza Campos indaga en ellos. En los principales, evidentemente, más. Ahora bien, ninguno de ellos cambia de un modo radical. Dave es, en esencia, el mismo hoy que al mudarse a la universidad (lo cual, en el tiempo interno del webcomic tampoco ha sido hace tanto, pese a la cantidad de cosas que le han sucedido). Lo mismo podría decirse del resto.

            ¿Entonces? He notado que, por el momento, Campos, más que hacer cambiar a sus personajes (aunque sí es verdad que ellos y, sobre todo, sus relaciones, cambian) nos los va desvelando. Al principio no sabemos apenas nada sobre Roger o April. A través de sus acciones y palabras vamos formándonos una imagen de ellos. Y Campos, desde su privilegiada posición, nos permite ir conociéndolos poco a poco. De tal modo que una reacción de Margaret, por ejemplo, no diferente de otras anteriores, es leída de otro modo después tales revelaciones.

            Revelaciones que nos pueden venir del exterior o del interior, ojo. Campos usa mucho el diálogo interno. Para darle dinamismo, emplea el viejo recurso de la doble conciencia, una vestida de ángel y otra de diablo, con buenos resultados cómicos. Claro que también nos hemos visto con facetas de la psicología de, pongamos, April o Dave discutiendo con la April y el Dave reales. Esos diálogos pueden ser graciosos, intrigantes o ambas cosas a la vez. Desde lo dramático, las interioridades de April son las más interesantes, lo cual no impide que este personaje me parezca usado en ocasiones un tanto caprichosamente.

            Gracias a estas revelaciones y a las desventuras cómicas o serias de los personajes, ocurre algo fundamental: los aceptamos. El juego de vida cotidiana mezclada con acontecimientos imposibles es astuto: nos sentimos identificados con los seis universitarios al tiempo que estamos en un mundo mucho más divertido que el nuestro.

            Porque, ¿quién, más o menos, no puede ponerse en su lugar al pasar estudiando una noche entera, salir de marcha hasta que el cuerpo aguante, estar colado por dos personas distintas, aguantar a un amigo colado por dos personas distintas, pelearse por el mando de la televisión o regresar a casa en vacaciones? ¿Y quién, más o menos, no querría que algo fantástico irrumpiera en cualquiera de esas actividades? Lo humorístico, lo cotidiano, lo sobrenatural y lo dramático se mezclan de manera que estos chicos ya no sean extraños. Y menos cuando conocemos su pasado.

            Los Roomies tienen pasados poco comunes. Mike (y Blue), con su infancia y adolescencia bajo la sombra del Dragón. Margaret, Roger y April, con sus respectivos traumas familiares. Marsha y su ataques de celos paranoicos… Sólo Dave llega a la universidad bastante normal. Su mayor trauma es estar enamorado de Margaret desde el instituto, algo nada inusual y que tampoco me mueve precisamente a la simpatía.

            Voy a detenerme un instante en esto. Que Dave sea, en un inicio, el más normal de los Roomies (pese a lo que April se dice a sí misma y pese a la visión de láser) y el que con más desesperación ruega por la vuelta de la normalidad lo puede convertir en una especie de enlace con el lector. Es curioso, en las primeras tiras Mike cumplía ese papel.

            Campos, supongo, se dio cuenta del potencial sarcástico y malévolo del señor Green, así que le pasó el muerto a Dave; por supuesto, Roger no servía para el puesto. Incluso si uno disfruta sádicamente viendo retorcerse a Dave, no podrá evitar sentirse tan confuso como él ante lo que ocurre a su alrededor. Claro que, pasado un tiempo, ya metidos en el mundo, podemos elegir cómo reaccionar: con estupefacta angustia, con burla insolente o haciéndonos uno con el absurdo.

            En cualquier caso, el pasado de los personajes los atrapa siempre, igual que si les dispararan por la espalda. Bien pueden correr que, cuando menos se lo esperen, los alcanzará, trastocando sus realidades. Que eso sea motivo de risa o de dolor (o de las dos cosas) ya lo analizaremos en otra parte. Pocas cosas de las que les suceden a los Roomies no están vinculadas, de una forma u otra, con sus historias, cercanas o remotas. Lo cual es tal vez lo más lógico que ocurre en este webcomic.

            He dicho algo más arriba que el cuelgue de Dave por Margaret tiene poco de inusual. De inusual en el terreno de CRFH. No hablaba de la vida real. Ese sería otro debate. Porque CRFH tiene un alto componente de sitcom y en las sitcom haya algunas reglas no escritas sobre relaciones que casi siempre se cumplen a rajatabla, aunque sea para parodiarlas. Esas reglas ordenan que, entre los protagonistas, existirán dos parejas: una estable y otra, la central, conflictiva.

            Para mi sorpresa, Mike formó parte de la estable con relativa rapidez. No pienso yo que los malvados están desterrados de las relaciones amorosas. Defiendo todo lo contrario en la serie de Divagaciones sobre el amor en la literatura. Aunque admito que me chocó ver a Mike tan leal a Marsha, aun cuando esa lealtad haya sido feroz, cómica y dramáticamente puesta a prueba, con April en un papel aún hoy dejado en la ambigüedad.

            Dave y Margaret cubren la pareja conflictiva, la historia de amor imposible. ¿O es la historia de amor posible? ¿O la que es posible o imposible dependiendo del día? ¡Y encima Blue la convierte en un triángulo! Es cierto que Campos parece tener muy en cuenta las sabias palabras del Doctor Perry Cox: Relationships don’t work the way they do on television and in the movies. Will they? Won’t they? And then they finally do, and they’re happy forever. Gimme a break. Así que no, aquí no hay demasiados finales edulcorados, gracias a Dios.

            La historia de Margaret y Dave ocupa grandes trozos de CRFH. Pero tanto en ella como en prácticamente todas las demás relaciones entre los personajes aprecio otro denominador común. Los Roomies son chicos apasionados. Sufren la pasión, padecen y luego actúan. Se dejan llevar por sus pasiones, cualesquiera que sean, amorosas, vengativas, culinarias o por sus mascotas preferidas. Ninguno de ellos actúa desde la razón… cuando se trata de ellos mismos.

            Porque cuando se trata de aconsejar (o, en el caso de Mike, de chantajear) para que un compañero haga o deje de hacer lo que se proponga, el resto de la banda demuestra una considerable sagacidad. Advierten las consecuencias que acarreará la pasión; al invertirse los papeles, los consejeros se convierten en aconsejados sordos.

            Y, sin embargo, la pasión de los personajes no puede considerarse como algo exclusivamente negativo, aun cuando sus consecuencias lo sean tres de cada cuatro veces. Esas pasiones les hacen crecer. Se muestran más decididos, más maquinadores, más firmes y más activos que sin esas pasiones espoleándoles. Sobre esta potencia de la pasión, a la autoridad (por una vez) de Eugenio Trías me remito. Desde luego, se muestran también menos capaces de comprender la que se les viene encima, pero así luego podemos reírnos cuando llega.

            Estas pasiones transforman a los personajes. El cambio más difícil de aceptar para un servidor fue el de Roger. Cuando Campos decidió mostrarnos que tras las gafas del señor Pepitone existía sentimientos muy humanos y turbulentos, que no era, como siempre había creído, un espléndido generador de caos, posiblemente muchos lectores se sintieron más cerca de él; yo, no. Aun cuando sigue siendo lo más próximo al Absurdo encarnado en CRFH, sabemos que es capaz de sentir y de pensar dentro de la lógica común. Decide no hacerlo, sí, pero sus motivos no son los más loables.

            Por último, las pasiones, las decisiones y las acciones de los Roomies influyen en su relación como grupo. Aquí la distancia con la sitcom por excelencia, Friends, me parece clara. Los chicos del Central Perk eran amigos pasara lo que pasara. Los Roomies, no. Irónicamente el más precario de los tríos, el de los chicos, mantiene su status quo algo mejor. Al fin y al cabo, una relación basada en el combate perpetuo, las perrerías recíprocas y el apoyo ante enemigos mayores aguanta mejor las disensiones internas que una con la confianza y la lealtad en la base. Así, poco extraña que cuando el trío de las chicas explota, las consecuencias sean mucho más devastadoras.

            Habrá quien opine que los Roomies deberían aceptarse, que han pasado demasiado como para romper lazos, aunque a veces lo deseen con todas sus fuerzas. Es posible. Que pasar del amor al odio es un mero cambio de lazo, no una ruptura. Es verdad. Pero no hay que fiarse. No veo yo a Maritza Campos poniéndose límites. En CRFH hay escasez de garantías. Eso es bueno.

                       

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