Con un vaso de whisky

agosto 25, 2021

Wandavision: trampantojo de lo siniestro

Filed under: Divagaciones — conunvasodewhisky @ 5:49 pm
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UN servidor de ustedes, para qué vamos a ocultarlo, nunca ha sido un gran forofo de las películas que se conocen como el Marvel Cinematic Universe (MCU, para amantes de siglas de organizaciones sombrías). Como no anda falto de taras, ha visto buena parte de las mismas. Y la mayoría en cine. Y en compañía de gente que se lo estaba pasando, casi siempre, mucho mejor que yo. No crean que iba a sufrir con aires de mártir sabelotodo; realmente, cuando una película me gustaba lo admitía con una euforia casi patética. Pero ya había hecho las paces con que Marvel no era lo mío y no pasaba nada.

CUANDO Marvel anunció que tomaba al asalto también el mundo seriéfilo, pues, me encogí de hombros. Series hay que ver, descubrir y revisitar. Para qué iba a ver algo que seguiría un patrón que no me convencía.

LUEGO empecé a leer y a escuchar críticas positivas de la (me parece) primera serie de esta campaña de conquista, Wandavision. Más que positivas, algunas entusiastas. Tanto de críticos cuyo criterio en estas cuestiones respeto muchísimo (desde Mr Alan Sepinwall al profesor Nahum) como de amigos y conocidos de los cuales también me fío bastante. Me entró la curiosidad. Decidí verla. Y, al principio quedé bastante asombrado; la serie me atrapó en los primeros capítulos, que me parecieron muy brillantes. Luego, poco apoco, el hechizo fue perdiendo fuerza tanto en la pantalla como fuera de ella. Los últimos capítulos los vi con creciente impaciencia. El fruncido ceño que se había desfruncido al inicio en un arco de sorpresa había vuelto fruncirse hasta causar jaqueca.

ADVIERTO: desde aquí, hago destripes.

NO voy a reiterar los mismos análisis que he leído sobre la estructura narrativa, los guiños y homenajes a las distintas edades de la comedia televisiva y actuaciones. Coincido en que hay un puñado de excelentes interpretaciones, en especial las de Elizabeth Olsen y Kathryn Hahn. Y los primeros capítulos en efecto me siguen pareciendo notables. Pero, a la postre, una trampa. Más, una estafa. Wandavision amagó a ser lo que no era y, al darse cuenta de dónde se estaba metiendo, buscó una escapatoria de modo cobarde.

MIENTRAS veía los tres primeros capítulos me venía a la cabeza el notable ensayo de Eugenio Trías Lo bello y lo siniestro (recomendación sin gastos: lean a Eugenio Trías). En él, Trías cita a Freud, indicando que lo siniestro “sería aquella suerte de sensación de espanto que se adhiere a las cosas conocidas y familiares desde tiempo atrás.” Más adelante, añade: “Se trata pues, de algo que acaso fue familiar y ha llegado a resultar extraño e inhóspito. Algo que, al revelarse, se muestra en su faz siniestra, pese a ser, o precisamente por ser, en realidad, en profundidad, muy familiar, lo más propiamente familiar, íntimo, recognoscible”. En fin, siniestro “es un deseo entretenido en la fantasía inconsciente que comparece en lo real; es la verificación de una fantasía formulada como deseo, si bien temida. [….] Lo fantástico encarnado: tal podría ser la fórmula definitoria de lo siniestro.”

Y así la serie me parecía más y más siniestra, extraña, inquietante. Era doble o triplemente siniestra. Porque desde el inicio el espectador comprende que el mundo en blanco y negro en el que Wanda y su supuesto marido interactúan no puede ser la realidad del universo donde esos personajes existen. Pero es a la vez familiar y recognoscible, el de comedias norteamericanas célebres. Cuanto más detalles chirrían, cuantos más elementos que deberían ser tropos tranquilizadores se vuelven amenazadores, más inquietante resulta la serie, tanto para el espectador como para Wanda y para Visión. Pues ambos se dan cuenta de que en ese mundo no todo va como debería. Y que el mismo hecho de que ello ocurra es señal de que el mundo en el que viven, desde sus cimientos, tampoco es lo que debería. Lo siniestro, pues, envuelve a los personajes en capas y capas. ¡Esa angustiosa cena del primer capítulo! ¡Ese tétrico apicultor! ¡Esa radio implacable!

LO siniestro se debe revelar, tarde o temprano. Y entonces, en los capítulos cuarto y quinto, si la memoria no me falla, la serie muestra lo que deberían haber sido sus cartas y revela que el origen y encarnación de todo lo siniestro en la serie no es otra que su protagonista. Wanda es el origen de las fuerzas amenazadoras, del caos y el horror que esclavizan a miles de seres humanos, reducidos a títeres de una viuda doliente y poderosísima.

ESTO fue un golpe brillante. El tuitero «Franciscur» me indicó que la serie le había recordado no poco a Vértigo. Y no le faltaba razón. De hecho, volví a Trías, que trata de esa película magnífica y aterradora tanto en la tercera parte del ensayo ya citado como en otro dedicado en exclusiva al filme, Vértigo y pasión. Puede defenderse que esta obra maestra de Hitchcock es, al menos hasta la aparición del personaje de Judy, una versión del mito de Tristán e Isolda con un maligno rey Marc tirando de los hilos desde las sombras; a partir de ella se vuelve una película aún más turbia, más cruel, más nihilista.

CUANDO Wandavision revela el que debería ser su secreto, descubrimos que es Wanda la que está detrás de todo, como murmura la perpleja capitana Rambeau. Wanda viene a ser la Scottie de Westview, sólo que mientras el obsesionado detective de Los Ángeles sólo podía cambiar el vestido y el peinado de su muñeca particular, la Bruja Escarlata puede levantar una ilusión mil veces más complicada y cuantitativamente más terrible.

Y aquí es cuando la serie entiende dónde se ha metido y no se atreve a seguir adelante. Porque tenía todo preparado para una excelente tragedia. Los uniformados de SWORD serían unos cansinos, pero tenían un legítimo motivo para actuar: varios centenares de personas sometidas a Wanda y pasándoselo no muy bien, según parece. Incluso con la motivación más egoísta de su líder y sus métodos nada escrupulosos, eran una fuerza antagonista racional, no caprichosa. Si a ese enfrentamiento con el exterior se le añadía el mucho más jugoso conflicto interno entre una Wanda desesperada por mantener su fantasía y un Vision espantado al descubrir quién (o qué) es en realidad y dónde está, el último arco de la serie podría haber sido memorable. Tenían medios y talento para ello. Para que Wanda fuera protagonista y villana, compleja y sufriente.

PERO no. Alguien debió de decir que así igual a alguien, entre los espectadores o entre los productores, le daría un ictus.

ASÍ que se sacaron de la manga una pseudo villana. Deprisa y corriendo. Y, miren, esto me repateó por varios motivos.

PRIMERO, un villano es cosa seria, no sirve como coartada moral para la protagonista, como cabeza de turco ético.

SEGUNDO, Kathryn Hahn es una actriz más que respetable y no había derecho a usarla tan mal.

TERCERO, el personaje de Agatha Harkness podría haber sido una muy buena villana. No así.

CUARTO, el MCU tiene una larguísima lista de malvados ridículos o con potencial desaprovechado. Así que esto reabría viejas heridas.

El MCU saludando a un servidor, dramatización

POR tanto, la serie, tras habernos llevado con habilidad por los senderos de lo siniestro hasta plantearnos un conflicto trágico a tres bandas, se encoge sobre sí misma, convierte a una víctima de Wanda en la bruja mala que en realidad está detrás de todo (agujereando el guión, por cierto, en todas las escenas en las que Agnes, como otros vecinos, tenía momentos de claridad y, asustada o resignada, cumplía con su papel en la obra de marionetas de Ms Maximoff), corre un tupido velo a todo lo que ha organizado la viuda de Visión y despacha todo en una tediosa batalla de rayos de colores. Cuernos, si hacían un combate mágico podían haber sido más imaginativos. No esperaba yo el duelo entre Madame Mim y Merlín (duelo casi inigualable), pero algo con más gracia sí.

LUEGO Wanda, tras ganar, claro, se larga; eso sí, un poco dolida porque las personas a las que ha arrebatado vida, emociones, voluntad y ha hecho pasar por un tormento continuado le lanzan miradas poco amistosas. Pobrecilla.

Y toda la brillantez del inicio se desvanece, meros juegos de artificio, dispersada como confeti que rellenaba una caja vacía. Lástima.

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