Con un vaso de whisky

May 14, 2022

Abandonen el avión por su propia seguridad

Filed under: Divagaciones — conunvasodewhisky @ 9:42 am
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SANTO cielo. Santo cielo. Hacía mucho tiempo que no topaba con una serie que demostrase semejante capacidad para empeorar. La cita de aviso de esta cosa horrorosa debería ser la optimista sentencia de Edgar en El Rey Lear : “Lo peor no ha llegado mientras podemos aún decir: Esto es lo peor”. Desde luego, en The Flight Attendant lo peor siempre está aún por llegar, aunque uno esté convencido de que no es posible que la calidad baje aún más. Oh, pobre espectador ingenuo. Pues claro que sí.

VOY a lanzarme desde ya al destripe de la serie. Aquí debería decirles eso de “no sigan leyendo si quieren ver la serie”. Pero es, que, mírenme a los ojos, como diría el Caldo, ustedes no quieren ver esta serie. No quieren. Ya he pasado yo por ese suplicio. Escarmienten en mi cabeza.

ENCIMA el espanto que comentamos es engañoso. Porque los dos primeros episodios, sin ser para lanzar cohetes, son curiosos. Veamos: Cassie, una azafata de un avión con espíritu fiestero, conoce a un atractivo pasajero en un vuelo a Bangkok, ligan y pasan una noche de farra la mar de maja y cara; el problema es que cuando Cassie amanece lo hace con una resaca de campeonato y con su ex-desconocido en forma de cadáver al lado. Presa del pánico, Cassie huye y aquí se inicia una fuga de Bangkok a Seúl, de Seúl a Nueva York, de Nueva York a Roma, perseguida como sospechosa por las autoridades mientras intenta descubrir quién era el asesinado y quién lo ha dejado en tal estado. Y con unos títulos de crédito resultones e intrigantes, pues, claro, es fácil picar y pensar que estamos ante un thriller por lo menos digno delante. Y hasta puede que muy entretenido.

EDGAR está en una esquina pidiendo siete ginebras solas.

LAS señales de que esto se tuerce están ahí muy pronto. El hermano de Cassie empieza a llamar y, además de ser un cansino, no parece tener otra característica destacable. ¿Para qué nos lo presentan? Cassie, que ha empezado a dialogar en su cabeza con el muerto, en lo que, supongo, es una hábil metáfora del diálogo entre ella misma y su subconsciente, ya no habla sólo del asesinato, del asesinado y del asesino, sea quien sea, sino que recuerdos de la infancia de Cassie se meten en la habitación sin pedir permiso. Oh-oh. Y sí, efectivamente, en lo que a nuestra protagonista se refiere, el thriller pasa a ser instrumental, una simple excusa para ahondar en los traumas infantiles de la azafata y en su alcoholismo. Porque no es que sea una simple joven que se lo pasa bien por las noches. No. Es que es alcohólica. Vaya por Dios.

POR descontado, el alcoholismo, como otras adiciones, no es poca cosa. Y puede ser tema central de grandes obras. Ahí tenemos, por ejemplo, Días sin huella o Días de vino y rosas. Claro que también un montón de bodrios de sobremesa. Por otro lado, en los diálogos con el muerto empieza detectarse un cierto aroma a necrofilia psicológica. Y, una vez más, esto puede ser muy perturbador e interesante. ¿Un misterio que se convierte en una obra maestra de ironía trágica con una obsesión de un vivo por alguien muerto? Damas y caballeros, con todos ustedes Vértigo.

EL problema es que The Flight Attendant no es ninguna de esas grandes obras. Tampoco creo que deba pretenderlo. Podría haberlo sido, pero entonces hubiera sido otra serie diferente, mucho más oscura. Parece que la serie -no sé si el libro en el que está basada- siente cierta vergüenza por ser entretenida sin más. Y decide meter cantidades indigestas de drama barato para alcanzar cierto aire de dignidad. ¡Mirad, proclama, mis personajes no son simples marionetas, sino seres con matices, pasado y grandes traumas! Grandes traumas, los que gana el espectador escuchando los diálogos cada vez más vergonzantes entre esos supuestos personajes y contemplando una galería de rostros llorosos y boqueantes hasta tener la impresión de estar en una pescadería. Ms. Cuoco, que da voz muy bien a Harley Quinn en su reciente serie de animación aquí sufre algún tipo de colapso a partir del segundo episodio. No sé cuándo actúa peor, si en los momentos de angustia vital o en los de exaltación de la amistad.

LA comedia es más difícil que el drama, es cierto, pero el drama también tiene su dificultad. Y el thriller. Drama y thriller pueden ir de la mano. Igual que comedia y thriller. Ahora bien, creo que en la primera pareja el thriller debe ser el que lleve el baile o abandonar la pista y dejar al drama en solitario, porque si no terminan pisándose los pies mutuamente. En cambio, comedia y thriller siempre bailan bien, sea quien sea el que lleve al otro. The Flight Attendant decidió cambiar de pareja de repente, agarró a un dramón que estaba sin nadie con quien salir a mover el bullarengue y allá que fue a hacer el ridículo.

IMAGINEN que están ustedes disfrutando de esa maravilla que es Con la muerte en los talones y de repente Cary Grant le empezase a explicar a Eva Marie Saint que si bebe un dry martini antes del almuerzo es porque de pequeño su madre daba fiestas locas con él vestido de flamenco. O a Audrey Hepburn en Charada rememorando que si se casó con el canalla solapado de su marido fue porque su padre era un amargado veterano de la Gran Guerra adicto a la morfina. Eso rompe el ritmo, el tono y el pacto de la obra. La cambia. Y si la cambia, hay que ser coherente y seguir con el cambio hasta el final. Como Psicosis, que finge ser una gran obra de suspense y de repente se revela como una genial película de terror, sin dar marcha atrás.

THE Flight Attendant no se atreve. Sí, la trama es un macguffin para el crecimiento personal de Cassie, que nos da igual por completo, pero no se abandona. La serie apila emocionales momentos bostezantes entre los personajes, mientras pretende que creamos que sigue siendo un enredo de misterio y asesinatos con toques de humor. Con lo que se vuelve cada vez más torpe y estúpida. Todos los personajes que no son la protagonista están ahí como meros recursos para que avance el misterio o la introspección de Cassie. Hasta Annie, su amiga abogada, que parecía tener un poco de personalidad propia, es un simple recurso: introduce el personaje de Max, que es un hacker y ladrón justo cuando esas habilidades son imprescindible, y sirve también como solución para el callejón sin salida en el que se mete Cassie durante el velatorio del muerto en la mansión de sus muy ricos y turbios padres. Una solución perezosa y vaga, que intenta compensarse dramáticamente con un brevísimo arco argumental dedicado a Annie, sin el menor sentido y abandonado de modo torpe pero, al menos, rápido.

CLARO que el arco argumental para clavarse cristales rotos en los ojos es el de Megan, esa imbecilidad a la que se dedican tantos minutos, que nos obligan a soportar a Megan -quizá el secundario más estomagante de la serie y la competencia es considerable- mucho más de lo que resulta conforme a los tratados internacionales sobre derechos humanos y que, al final, es sólo una larguísima excusa para que otro secundario se revele como agente de la CIA y salve a Cassie en el momento oportuno de un asesino profesional; asesino profesional el cual parece haber perdido todas sus habilidades letales justo en el momento en que se enfrenta a la protagonista. Caramba, caramba, qué cosas.

POR no hablar de Miranda. Admito que bien usada podía ser una pantalla eficaz: Cassie es una falsa culpable convencida de que la verdadera culpable es Miranda la cual, aunque es una asesina y está metida en el ajo, resulta que es también otra falsa culpable. Es un enredo que bien llevado podría haber sido ingenioso. No lo es. No ayuda que la actriz encargada del papel sea Michelle Gomez; desde que la conocí en Doctor Who, no logra dominar una tendencia a la sobreactuación exasperante. La línea más creíble de toda la serie es aquella en la que Miranda admite que actuar no es su punto fuerte. Aparte de que la supuestamente calculadora al tiempo que obsesiva Miranda termine sintiendo debilidad por Cassie es bastante incompresible. Bien, de acuerdo, que alguien sienta debilidad por Cassie -o por cualquier otro de los montones de nada que pululan por la serie- es incomprensible.

UNA serie fallida, en fin, que ni se lanza al fondo del agujero a explorar las Tinieblas ni decide ser un hábil, trepidante y bien armado entrenimiento.

ASÍ que, lo siento, Ms. Cuoco. Pero no voy a usar nunca más esta aerolínea. Disfrute de sus próximos vuelos sin mí.

May 7, 2022

La vida pirata puede ser la vida mejor

Filed under: Divagaciones — conunvasodewhisky @ 9:58 am
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SI recuerdan ustedes, como indiqué al comentar la notable “Black Sails”, siempre he tenido debilidad por las historias de piratas. Al saber, pues, que se había estrenado una serie cómica de piratas me serví un grog para celebrarlo. Diciéndome que no debía exigirle ser una especie de “The Secret of Monkey Island” para televisión, vi el primer episodio de “Our Flag Means Death». Y luego los otros nueve. Con una sonrisa. Pero, para desgracia mía (y de ustedes, que me están aguantando) la sonrisa se ha ido desvaneciendo. Un poco, al menos.

SEAMOS claros: “Our Flag Means Death” (en adelante “OFMD”) no es una mala serie. En modo alguno. No es una serie mediocre. Es una serie digna. Pero podría ser tan buena, que chasquea. Y, es interesante, me parece que lo que es uno de sus aspectos distintivos y punto fuerte es, al tiempo, su debilidad.

EN aras de quien no haya visto la serie, un brevísimo resumen y una brevísima valoración.

STEDE Bonnet, terrateniente de Barbados, infeliz con su vida desde cualquier punto de vista, decide mandarla al diablo y hacerse bucanero. Al mando del navío Revenge capitanea con su peculiar estilo una de las peores tripulaciones que jamás hayan surcado los Siete Mares, hasta que se topa con el temible capitán Edward Teach, alias Barbanegra… y ambos forman sociedad. Es una serie que merece ser vista, es simpática, es ingeniosa, es graciosa, es pulcra, de un modo conscientemente irreal, y tiene un estilo, una luz y un color propios. Si no se han puesto con ella, no seré yo quien les diga que no deban hacerlo.

Y, por cierto, Stede Bonnet fue en efecto un terrateniente de Barbados que se metió a pirata, efectivamente se hacía llamar el Caballero Pirata y efectivamente coincidió con Barbanegra.

BIEN. Ahora podemos entrar en harina y destripar marineros y capítulos.

SI hace unas líneas recomendaba la serie, ¿por qué he empezado siendo un tanto aguafiestas? Por culpa de Barbanegra. Así de claro se lo digo. Barbanegra, interpretado en absoluto mal por Taika Waititi, es mi principal problema con esta serie. Veamos.

“OFMD” empieza como una sitcom que se mueve entre la sátira (así, por ejemplo, los diálogos con los nativos que hacen prisioneros a Bonnet y a algunos de sus hombres) y el absurdo (prácticamente todo lo demás). Una sitcom muy divertida y ágil, que parte de una premisa no original aunque sí muy eficaz: el protagonista fuera de su entorno, que provoca dolores de cabeza a todos a su alrededor, pero acaba ganándoselos. El primer episodio de la serie es quizá mi favorito, porque es el que mejor hace uso de esa premisa. La tripulación de Bonnet no es la mejor, pero sus miembros siguen siendo piratas y están hartos de las excentricidades de su capitán. Tanto que, en uno de los mejores diálogos de la serie, se plantean un motín. Claro que, si matan al capitán, ¿quién va a terminar de leerles, haciendo las voces de cada personaje, “Pinocho”? Sí, es un anacronismo, no se me distraigan.

ASÍ que la serie parecía que iba a versar sobre las aventuras de este grupo de bucaneros de medio pelo y su metepatas capitán, con la Marina de Su Majestad por un lado y el resto de la Hermandad de la Costa por otro, tratando de pasarlos por la quilla. Y, demonios, había mimbres para ello. Stede es un personaje entrañable y Rhys Darby lo borda en cada segundo, horrorizado ante el derramamiento de sangre, dudoso de su valía, entusiasmado ante sus propias ideas sobre la piratería. Y su tripulación tenía potencial para formar un coro tan estupendo como los secundarios de otras comedias legendarias, desde los funcionarios de “Parks and Recreation” hasta los empleados de Dunder Mifflin. Lucius, el escriba redicho; Black Pete, el fantasma bravucón (terminan formando una pareja inesperada y la mar de graciosa); el inocente Sueco y el bueno de Wee John Feeney, tímido un segundo y rompecabezas al siguiente. O el enorme Mr. Buttons y su amistad inenarrable con cierta gaviota.

SÓLO Jim/Jimena me sobra de esa tripulación y de la serie. Su identidad secreta (por lo menos nos hacen el favor a los espectadores de no convertir esto en un misterio, tan obvio resulta) y su historia de venganzas es lo más tedioso de la serie. Eliminemos todo lo que tiene que ver con Jim y “OFMD” no se resiente ni un ápice. Ni siquiera es esencial para que la serie pueda introducir a una de sus mejores secundarias villanescas, la gran Jackie la Española; ¡dirige un garito en Tortuga, demonios! Jackie bastaría por sí sola para representar la piratería hostil a Stede. Igual que los hermanos Badminton, interpretados por Rory Kinnear, un actor que me suele cargar bastante pero aquí me encanta, representan excelentemente a la Corona como cómica fuerza enemiga.

PERO no. La serie mete a Izzy Hands como otro enemigo. Bien vestido de cuero negro, con voz rasposa, ningún sentido del humor y con cierta propensión al asesinato, podría haberlo aceptado como villano menor anecdótico. El problema es que el señor Hands es el segundo de a bordo de Barbanegra. Y con ello llegamos por fin a Teach y a donde la serie tropieza.

DE Barbanegra se nos habla desde un inicio. Su presencia legendaria se cierne sobre la tripulación y no sólo por las a todas luces falsas historias de Pete. Cuando aparece en persona, la serie lo presenta con astucia: el más grande pirata está absolutamente harto de su vida, igual que lo estaba Stede de la suya. Aburrido, hastiado, no ve en las costumbres y decisiones ridículas de Stede (¡una biblioteca en el barco! ¡un guardarropa! ¡entradas secretas!) causa de burla, sino de fascinación. Stede puede aprender de Teach y Teach quiere aprender de Stede. Y, claro, ambos terminan enamorándose.

LA sitcom se ha convertido en comedia romántica. Y aquí tengo que repetir esto de “veamos”. Por lo tanto, veamos.

QUE se pueden ejecutar diestramente historias de amor en comedias sin que la comicidad desaparezca ni siquiera entre los miembros de la pareja está más que demostrado por muchas grandes películas y muchas grandes series. Tiene su dificultad, pero se puede hacer.

USAR los tropos de la comedia romántica, la pareja de opuestos que debería detestarse, que no encaja en absoluto, cuyos mundos se oponen a que estén juntos -el personaje de Will Arnett es estupendo y sabiamente usado sólo una vez-, con dos piratas de mediana edad en medio del Caribe me parece ingenioso, simpático y, en ocasiones, hasta tierno. Darby brilla en sus escenas de comedia romántica tanto como en las de absurdo. Pero ya no es el protagonista. Stede pasa a un segundo plano. Barbanegra es quien importa.

Y, me van a perdonar, pero esa serie me interesa menos. No digo que al principio no sea divertido ver a Barbanegra como una especie de Eliza Doolittle. El quinto episodio, la introducción de Teach en una fiesta de alta sociedad, llena de duelos pasivo agresivos, es muy, muy gracioso. Pero Bonnet va quedando cada vez más como un sirviente: la serie lo rebaja y entroniza al gran pirata. Son sus historias, sus sentimientos, su pasado, sus dudas los que se subrayan. Es el galán de la historia. Y a ratos es bostezante. Cuando llega la crisis y Barbanegra se convierte en un emo cincuentón la cosa ya cruza la línea de la autoparodia involuntaria.

ES una auténtica lástima, porque Bonnet-Darby sigue en plena forma. Esto se demuestra a la perfección en el último capítulo de la temporada, en su regreso a Barbados. Personalmente, creo que la temporada debería haber acabado en el capítulo previo, justo en la escena del regreso y que el último fuera el primer capítulo de la nueva temporada. Teniendo en cuenta el excelente papel que hace Claudia O’Doherty como Mary y lo simpatíquisima que es su vida de viuda alegre, dándole la vuelta por completo a la perspectiva que se nos presentó al inicio de la serie sobre ese matrimonio, no me hubieran molestado un par de capítulos más de Bonnet entre los habitantes de Barbados. Pero con estas escenas me sirven: son amables con los personajes y ágiles en la comedia. Mientras que Taitiki se maquilla con betún y ceniza, rayos y centellas.

BARBANEGRA desequilibra la serie. Su llegada es demasiado temprana, sin que Stede y su tripulación hayan podido ganar consistencia como grupo cómico, por lo que no resisten la intromisión de Teach y los suyos. La romcom devora a la sitcom sin piedad y con poca sutileza. Y el personaje de apoyo usurpa el puesto del principal.

¿QUIÉN quiere ver una serie en la que sea la bandera de Barbanegra la que ondee, en vez de las cuatro maravillas estúpidas cosidas por la gente del Revenge? Quizá Bonnet sea feliz así, pero no es esta la vida pirata que me esperaba al enrolarme en su barco.

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