SANTO cielo. Santo cielo. Hacía mucho tiempo que no topaba con una serie que demostrase semejante capacidad para empeorar. La cita de aviso de esta cosa horrorosa debería ser la optimista sentencia de Edgar en El Rey Lear : “Lo peor no ha llegado mientras podemos aún decir: Esto es lo peor”. Desde luego, en The Flight Attendant lo peor siempre está aún por llegar, aunque uno esté convencido de que no es posible que la calidad baje aún más. Oh, pobre espectador ingenuo. Pues claro que sí.
VOY a lanzarme desde ya al destripe de la serie. Aquí debería decirles eso de “no sigan leyendo si quieren ver la serie”. Pero es, que, mírenme a los ojos, como diría el Caldo, ustedes no quieren ver esta serie. No quieren. Ya he pasado yo por ese suplicio. Escarmienten en mi cabeza.
ENCIMA el espanto que comentamos es engañoso. Porque los dos primeros episodios, sin ser para lanzar cohetes, son curiosos. Veamos: Cassie, una azafata de un avión con espíritu fiestero, conoce a un atractivo pasajero en un vuelo a Bangkok, ligan y pasan una noche de farra la mar de maja y cara; el problema es que cuando Cassie amanece lo hace con una resaca de campeonato y con su ex-desconocido en forma de cadáver al lado. Presa del pánico, Cassie huye y aquí se inicia una fuga de Bangkok a Seúl, de Seúl a Nueva York, de Nueva York a Roma, perseguida como sospechosa por las autoridades mientras intenta descubrir quién era el asesinado y quién lo ha dejado en tal estado. Y con unos títulos de crédito resultones e intrigantes, pues, claro, es fácil picar y pensar que estamos ante un thriller por lo menos digno delante. Y hasta puede que muy entretenido.
EDGAR está en una esquina pidiendo siete ginebras solas.
LAS señales de que esto se tuerce están ahí muy pronto. El hermano de Cassie empieza a llamar y, además de ser un cansino, no parece tener otra característica destacable. ¿Para qué nos lo presentan? Cassie, que ha empezado a dialogar en su cabeza con el muerto, en lo que, supongo, es una hábil metáfora del diálogo entre ella misma y su subconsciente, ya no habla sólo del asesinato, del asesinado y del asesino, sea quien sea, sino que recuerdos de la infancia de Cassie se meten en la habitación sin pedir permiso. Oh-oh. Y sí, efectivamente, en lo que a nuestra protagonista se refiere, el thriller pasa a ser instrumental, una simple excusa para ahondar en los traumas infantiles de la azafata y en su alcoholismo. Porque no es que sea una simple joven que se lo pasa bien por las noches. No. Es que es alcohólica. Vaya por Dios.
POR descontado, el alcoholismo, como otras adiciones, no es poca cosa. Y puede ser tema central de grandes obras. Ahí tenemos, por ejemplo, Días sin huella o Días de vino y rosas. Claro que también un montón de bodrios de sobremesa. Por otro lado, en los diálogos con el muerto empieza detectarse un cierto aroma a necrofilia psicológica. Y, una vez más, esto puede ser muy perturbador e interesante. ¿Un misterio que se convierte en una obra maestra de ironía trágica con una obsesión de un vivo por alguien muerto? Damas y caballeros, con todos ustedes Vértigo.
EL problema es que The Flight Attendant no es ninguna de esas grandes obras. Tampoco creo que deba pretenderlo. Podría haberlo sido, pero entonces hubiera sido otra serie diferente, mucho más oscura. Parece que la serie -no sé si el libro en el que está basada- siente cierta vergüenza por ser entretenida sin más. Y decide meter cantidades indigestas de drama barato para alcanzar cierto aire de dignidad. ¡Mirad, proclama, mis personajes no son simples marionetas, sino seres con matices, pasado y grandes traumas! Grandes traumas, los que gana el espectador escuchando los diálogos cada vez más vergonzantes entre esos supuestos personajes y contemplando una galería de rostros llorosos y boqueantes hasta tener la impresión de estar en una pescadería. Ms. Cuoco, que da voz muy bien a Harley Quinn en su reciente serie de animación aquí sufre algún tipo de colapso a partir del segundo episodio. No sé cuándo actúa peor, si en los momentos de angustia vital o en los de exaltación de la amistad.
LA comedia es más difícil que el drama, es cierto, pero el drama también tiene su dificultad. Y el thriller. Drama y thriller pueden ir de la mano. Igual que comedia y thriller. Ahora bien, creo que en la primera pareja el thriller debe ser el que lleve el baile o abandonar la pista y dejar al drama en solitario, porque si no terminan pisándose los pies mutuamente. En cambio, comedia y thriller siempre bailan bien, sea quien sea el que lleve al otro. The Flight Attendant decidió cambiar de pareja de repente, agarró a un dramón que estaba sin nadie con quien salir a mover el bullarengue y allá que fue a hacer el ridículo.
IMAGINEN que están ustedes disfrutando de esa maravilla que es Con la muerte en los talones y de repente Cary Grant le empezase a explicar a Eva Marie Saint que si bebe un dry martini antes del almuerzo es porque de pequeño su madre daba fiestas locas con él vestido de flamenco. O a Audrey Hepburn en Charada rememorando que si se casó con el canalla solapado de su marido fue porque su padre era un amargado veterano de la Gran Guerra adicto a la morfina. Eso rompe el ritmo, el tono y el pacto de la obra. La cambia. Y si la cambia, hay que ser coherente y seguir con el cambio hasta el final. Como Psicosis, que finge ser una gran obra de suspense y de repente se revela como una genial película de terror, sin dar marcha atrás.
THE Flight Attendant no se atreve. Sí, la trama es un macguffin para el crecimiento personal de Cassie, que nos da igual por completo, pero no se abandona. La serie apila emocionales momentos bostezantes entre los personajes, mientras pretende que creamos que sigue siendo un enredo de misterio y asesinatos con toques de humor. Con lo que se vuelve cada vez más torpe y estúpida. Todos los personajes que no son la protagonista están ahí como meros recursos para que avance el misterio o la introspección de Cassie. Hasta Annie, su amiga abogada, que parecía tener un poco de personalidad propia, es un simple recurso: introduce el personaje de Max, que es un hacker y ladrón justo cuando esas habilidades son imprescindible, y sirve también como solución para el callejón sin salida en el que se mete Cassie durante el velatorio del muerto en la mansión de sus muy ricos y turbios padres. Una solución perezosa y vaga, que intenta compensarse dramáticamente con un brevísimo arco argumental dedicado a Annie, sin el menor sentido y abandonado de modo torpe pero, al menos, rápido.
CLARO que el arco argumental para clavarse cristales rotos en los ojos es el de Megan, esa imbecilidad a la que se dedican tantos minutos, que nos obligan a soportar a Megan -quizá el secundario más estomagante de la serie y la competencia es considerable- mucho más de lo que resulta conforme a los tratados internacionales sobre derechos humanos y que, al final, es sólo una larguísima excusa para que otro secundario se revele como agente de la CIA y salve a Cassie en el momento oportuno de un asesino profesional; asesino profesional el cual parece haber perdido todas sus habilidades letales justo en el momento en que se enfrenta a la protagonista. Caramba, caramba, qué cosas.
POR no hablar de Miranda. Admito que bien usada podía ser una pantalla eficaz: Cassie es una falsa culpable convencida de que la verdadera culpable es Miranda la cual, aunque es una asesina y está metida en el ajo, resulta que es también otra falsa culpable. Es un enredo que bien llevado podría haber sido ingenioso. No lo es. No ayuda que la actriz encargada del papel sea Michelle Gomez; desde que la conocí en Doctor Who, no logra dominar una tendencia a la sobreactuación exasperante. La línea más creíble de toda la serie es aquella en la que Miranda admite que actuar no es su punto fuerte. Aparte de que la supuestamente calculadora al tiempo que obsesiva Miranda termine sintiendo debilidad por Cassie es bastante incompresible. Bien, de acuerdo, que alguien sienta debilidad por Cassie -o por cualquier otro de los montones de nada que pululan por la serie- es incomprensible.
UNA serie fallida, en fin, que ni se lanza al fondo del agujero a explorar las Tinieblas ni decide ser un hábil, trepidante y bien armado entrenimiento.
ASÍ que, lo siento, Ms. Cuoco. Pero no voy a usar nunca más esta aerolínea. Disfrute de sus próximos vuelos sin mí.