Con un vaso de whisky

septiembre 28, 2010

Fouché

Filed under: Divagaciones — conunvasodewhisky @ 1:28 pm

            Mi encuentro con Jospeh Fouché fue cronológicamente invertido. Oí hablar de él por vez primera en una entusiasta crítica que Pérez-Reverte dedicó a La Cena, obra teatral de Jean-Claude Brisville, interpretada en España por Josep Maria Flotats y Carmelo Gómez. Convencí a mi familia para verla. Luego convencí a unos amigos, para poder verla de nuevo. Y me compré la obra, editada por Milenio. Uno de esos amigos, en un gesto que nunca le agradeceré bastante, me regaló poco después la biografía que Stefan Zweig dedicó a Fouché. Por último, siguiendo el consejo de Zweig, leí Un asunto tenebroso, de Balzac, donde el astuto político se mantiene, no podía ser de otro modo, entre bambalinas.

            De todas estas obras, la que con diferencia más he disfrutado es la biografía de Zweig. Este extraordinario y apasionado escritor (quien se merece un artículo propio; debo hacerle esa justicia) es uno de los más finos psicólogos que he tenido el placer de leer. En sus retratos disecciona cada espíritu en el que fija la mirada, hasta el punto que cuesta gran trabajo aceptar una visión contraria a la Zweig sobre un personaje histórico.

            ¿Podía resistirme ante un hombre a quien se dedican párrafos como los siguientes? Adelanto la respuesta: no.

            […]¡Y más extraño todavía!: ninguno de estos perfiles de Fouché, tomados al vuelo, coinciden entre sí a primera vista. Cuesta trabajo imaginarse que el mismo hombre que fue sacerdote y profesor en 1790 saquease iglesias en 1792, fuese comunista en 1793, multimillonario cinco años después y Duque de Otranto algo más tarde. Pero cuanto más audaz lo veía en sus transformaciones, tanto más interesante se me revelaba el carácter, o mejor, la carencia de carácter de este tipo maquiavélico, el más perfecto de la época moderna. Cada vez me parecía más atractiva su vida política, envuelta toda en lejanía y misterio, cada vez más extraña, más demoníaca su figura.

            Y más adelante, el núcleo de esa mente tenebrosa: En esta imperturbable frialdad de su temperamento radica el verdadero genio de Fouché. Su cuerpo no le pone trabas, no le arrastra; está casi siempre al margen de todo. Su sangre, sus sentidos, su alma, todos estos elementos que perturban los sentimientos de un hombre normal, están ausentes en este enigmático «hasardeur», cuya pasión es íntegramente cerebral. Este seco personaje de escritorio ama viciosamente la aventura, la intriga es su única pasión; pero sólo la sabe gozar en la esfera del espíritu, y nada oculta mejor y más genialmente su lúgubre placer de lo caótico, del complot, que el disfraz de fiel y honesto burócrata que lleva toda la vida.

            Comprenderán ustedes que el mío por Fouché fue un amor a primera vista, de esos apasionados y primaverales, cuasiadolescente. Ahora que nuestra relación ha madurado, no me avergüenzo en aceptar que tengo a monsieur Fouché en la más alta estima y que dudo mucho que otro intrigante real sea capaz de destronar a ese monstruo gélido, ese maestro de titiriteros, servidor supuesto de la Convención, del Directorio, del Consulado, del Imperio, de la Monarquía y únicamente servidor de sí mismo.

            Justo por ello, en una lamentable compensación, La Cena ha perdido algo de valor. No me malinterpreten: es una soberbia pieza teatral. Un diálogo que ya me gustaría haber escrito a mí. Y Flotats y Gómez son actores bárbaros. Pero si bien el primero parece haber entendido a la perfección el espíritu de ese lánguido sutil que fue Charles Maurice de Talleyrand, no puedo decir lo mismo de Carmelo Gómez. Su Fouché se irrita y lo muestra. Pierde los nervios. Alza la voz. Ahí no reconozco al Ministro de Policía ante quien el mismo Napoleón siempre se sentía intranquilo.

            El que el retrato de Talleyrand suela salirles mejor a actores y guionistas que el de Fouché parece una maldición. En la interesante miniserie Napoleón, de Yves Simoneau, John Malkovich se mete en las medias de ese infernal cojo y diplomático sibilino que era el Príncipe de Benevento. Mientras que Gérard Depardieu fue incapaz de hacerme creer que era en verdad Jospeh Fouché. Y eso que, contra lo esperado, se mantuvo frío, impasible. Estuvo cerca de lograr esa imperturbabilidad tan compleja para un actor. Actuar de modo que el personaje no muestre emociones, pero sin limitarse a poner siempre una cara de madera es complicadísimo. Aún así, monsieur Depardieu no será nunca Fouché en mi cabeza. He perdido la esperanza de que alguien lo sea.

            Espero haber incitado a algún lector para que conozca más a fondo a este tortuoso personaje. Hay un precio, sin embargo. Después de pasar tanto tiempo junto a un villano tan grande, es muy deprimente regresar a la realidad. O tal vez sea que los Fouchés y Talleyrands de nuestros días se mantienen aún más en la sombra que sus predecesores. Confiemos en ello.

 

            Imagen: escudo de armas del Duque de Otranto. Atención al irónico emblema (tal vez una broma del mismo Napoleón), destacado por Zweig: una serpiente enroscada alrededor de una columna de oro.

septiembre 21, 2010

Ingenio y Absurdo (y VII): Traca final

Filed under: Divagaciones — conunvasodewhisky @ 1:29 pm
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            No se me ocurre mejor manera de concluir estas Divagaciones tan serias sobre el humor que riéndonos. Seguro que, a poco que me esforzara, lograría parir un relato cómico inmortal, pero tampoco es cuestión de ir por ahí presumiendo. Así que, le daremos la palabra a otros.

            En primer lugar, a Los Simpson, que, pese a los años sombríos en los que viven ahora, fueron la más ingeniosa, absurda y humorística serie de animación. El que sigue es uno de los más ágiles diálogos de sus temporadas gloriosas. Con todos ustedes, el Director Skinner y el Inspector Chalmers.

 

            Ahora, superando incluso lo precedente, nuestros muy respetados Luthiers. Podríamos estar horas y horas con ellos. Pero, francamente, ¿alguna vez podrá alguien superar esto? Lo dudo. Disfruten. 

 

septiembre 14, 2010

Ingenio y Absurdo (VI): Mafrune como indicio suficiente

Filed under: Divagaciones — conunvasodewhisky @ 1:26 pm
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            El webcomic The Order of the Stick, mencionado en otra entrega de esta larga Divagación, tiene otro punto, al menos, en común con Eh, Tío!. En los arcos argumentales de Eh, Tío! (el non sequitur es otro asunto) existe una trama que sirve de hilo conductor. Igual en The Order. Pero esas tramas, que son primordialmente satíricas, parodiando, sin intención de devastar nada, tanto novelas de fantasía, como juegos de rol, clichés de películas de acción o de series de televisión, están llenas de chistes sin más esencia que ellos mismos. O sea, de absurdos. Bien trabajados, bien encajados o espléndidamente desconcertantes. O no. No se puede ser sobresaliente siempre; en fin, sí que se puede. No me hagan seguir, caramba. ¡Para una vez que estaba logrando no insultar a nadie!

            En el mundo de la comedia hay pocas obras de cierta extensión que sean esencialmente absurdas. Es muy difícil mantener el absurdo. El nonsense inglés parece coto exclusivo de poemas breves, gags de tres minutos y un par de viñetas tronchantes. El absurdo suele venir en socorro de la sátira, para dar un descanso al público, para dar variedad o porque al autor se le ocurre una genialidad o una a medias.

            Ni siquiera La Hora Chanante (ni Muchachada Nui) lograba ser completamente absurda, aunque casi. En los “Testimonios” había mucho de sátira e incluso esa joya que nunca decepcionaba, “Retrospecter”, hacía de cuando en cuando concesiones al ingenio paródico.

            Sólo Carroll (por ejemplo, en las dos aventuras de Alicia) soporta, que yo sepa, el absurdo en trama, situaciones y personajes, con alguna sátira que otra; la más importante, el poema “La morsa y el carpintero”, denuncia de la hipocresía del poder, según unos, de la hipocresía de las religiones, según otros y de la hipocresía de las morsas y carpinteros hambrientos, según los terceros. Ni Wodehouse era más puro en humor, pese a lo dicho sobre él.

            Aún más claro en las grandes series de animación cómicas. Los Simpson o Futurama tienden a basar el esqueleto de sus episodios en la sátira. También una parte de los personajes y situaciones. El absurdo hace su aparición de modo más o menos explícito. Así, Zapp Branigan es un personaje satírico, pero Zoidberg es un generador de absurdo con concha. Y ambos son muy divertidos. Padre de Familia y Padre made in USA recurren más a los absurdos ajenos a la trama, a las referencias externas, remarcando la distinción entre sátira y humor.

            Morán hace algo parecido. Dentro de las tramas, las situaciones donde se mueven los personajes, algunos de los personajes (como Basilio o Longplay) son satíricos, dejando al absurdo su cuota en algunos diálogos (especialmente si se da la palabra a los lectores), en los golpes de varias viñetas finales y en las tira sueltas, el non sequitur, que pueden estar protagonizadas o no por los mismos personajes de los arcos argumentales.

            Pero si hace falta un ejemplo meridiano de que lo principal en Eh, Tío! es el absurdo, basta con atrapar en plena carrera al célebre Mafrune. Un pingüino. Un pingüino que aparece sin ton ni son y que grita siempre la misma palabra: ¡SANGRAD! ¿A qué viene eso? ¿Es un defensor de la hemofilia? ¿Se burla machistamente de las mujeres que están en esos días del mes? ¿Desea propagar el SIDA y demás plagas? ¿Es un grito de guerra de alguna tribu escadinava de la cual es su tótem? No. O sí. Pero da igual. A la gente le gusta. Se ha labrado una reputación. Y si se sabe usar (por ahora, se ha sabido usar) es un absurdo que logra lo que se propone. E incluso es un absurdo que se permite el lujo de parodiarse a sí mismo. Seguimos con la mezcla hasta las rodillas.

            Bueno, ¿tantas palabras para unas cuantas cosas que nos hacen reír, simplemente? Porque los satíricos, dirán algunos, al menos luchan por algo e intentan que el resto del mundo despierte y piense. Lo cual merece todo mi respeto si se hace bien, sabiendo qué criticar, cómo y cuándo. Con crueldad, si es posible.

            Sin embargo, los humoristas y los absurdos merecen incluso más nuestra gratitud. Chesterton lo dijo muy bien al estudiar Sueño de una noche de verano: como el hombre vive en una frontera, puede encontrarse en una atmósfera espiritual o sobrenatural no sólo siendo profundamente triste o meditativo, sino siendo extravagantemente feliz. El alma puede escapar del cuerpo en una agonía de pesar, o en un trance extático; pero también puede abandonar el cuerpo en un paroxismo de risotadas.

            No es poco, ¿verdad?

 Imágenes: Hostia, Antuán y Juana, personajes de Eh, Tío!; Mafrune, a punto de hacer lo que mejor sabe.

septiembre 7, 2010

Ingenio y Absurdo (V): La sombra del fanático

Filed under: Divagaciones — conunvasodewhisky @ 1:28 pm
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            Al principio de estas reflexiones sobre el humor, ya advertí que la obra de Morán me servía de trampolín para llegar a autores de mayor talla. Si Morán se siente ofendido, tiene mi permiso para intentar ridiculizarme en sus tiras y así romperemos las hostilidades de una vez.

            Pues bien, antes del descanso veraniego habíamos quedado a las puertas de un desagradable hecho: la existencia del fanatismo. Y, lo que es peor, de fanáticos ingeniosos. Si hay alguien en este mundo nuestro que sabe de fanatismos, es el señor Amos Oz (en la imagen). Entre sus obras hay un pequeño ensayo (en realidad tres conferencias reunidas), editado en España por Siruela bajo el título Contra el fanatismo. Todo el mundo debería leerlo. Las cancillerías del mundo, en particular. Sospecho que o bien lo han leído y olvidado o los diplomáticos están demasiado ocupados en sus alegres intrigas para leer. Pocas veces me he topado con párrafos más severos, realistas y racionales sobre el sangriento embrollo que es Oriente Próximo.

            Tras unas serias advertencias previas sobre dónde no debe buscarse el origen del fanatismo o de la crisis en la que aún vive buena parte del mundo tras el 11-S (es decir, no en el islam), Oz enfoca: Se debe a la vieja lucha entre fanatismo y pragmatismo. Entre fanatismo y pluralismo. Entre fanatismo y tolerancia. […] El fanatismo es más viejo que el islam, que el cristianismo, que el judaísmo. Más viejo que cualquier Estado, gobierno o sistema político. Más viejo que cualquier ideología o credo del mundo.[…]

            Desde luego, no estoy diciendo que cual quiera que alce la voz contra cualquier cosa sea un fanático. No estoy sugiriendo que cualquiera que manifieste opiniones vehementes sea un fanático, claro que no. Digo que la semilla del fanatismo siempre brota al adoptar una postura de superioridad moral que impide llegar a un acuerdo. Es una plaga muy corriente que, por supuesto, se manifiesta en diferentes grados. Un militante ecologista puede adoptar una actitud de superioridad moral que le impida llegar a un acuerdo pero causará muy poco daño si lo comparamos, digamos, con un depurador étnico o un terrorista.[…]

            Entonces, ¿dónde está la semilla, cuál es la naturaleza íntima de todo fanatismo?: Creo que la esencia del fanatismo reside en el deseo de obligar a los demás a cambiar. En esa tendencia tan común de mejorar al vecino, de enmendar a la esposa, de hacer ingeniero al niño o de enderezar al hermano en vez de dejarles ser. El fanático es una criatura de lo más generosa. El fanático es un gran altruista. A menudo, está más interesado en los demás que en sí mismo. Quiere salvar tu alma, redimirte. Liberarte del pecado, del error, de fumar. Liberarte de tu fe o de tu carencia de fe. Quiere mejorar tus hábitos alimenticios, lograr que dejes de beber o de votar: el fanático se desvive por uno. Una de dos: o nos echa la los brazos al cuello porque nos quiere de verdad o se nos lanza a la yugular si demostramos ser unos irredentos. En cualquier caso, topográficamente hablando, echar los brazos al cuello o lanzarse a la yugular es casi lo mismo. De una forma u otra el fanático está más interesado en el otro que en sí mismo por la sencillísima razón de que tiene un sí mismo bastante exiguo o ningún sí en absoluto.

            Ante semejante panorama, el señor Oz se arriesga a dar algunas cautas recetas. Y entre ellas, las más relevantes desde el punto de vista de estas Divagaciones, son las siguientes: Quisiera poder recetar sencillamente: leed literatura y os curaréis de vuestro fanatismo. Desgraciadamente, no es tan sencillo. Desgraciadamente, muchos poemas, muchas historias y dramas a lo largo de la historia se han utilizado para inflar el odio y la superioridad moral nacionalista. A pesar de todo, hay ciertas obras literarias que creo pueden ayudar hasta cierto punto- Y aquí nos habla de Shakespeare (¡cómo no!), de Gógol, de Kafka, de Faulkner.

            Junto a la literatura (o, también, a través de ella), el gran remedio, el sentido del humor. Jamás he visto en mi vida un fanático con sentido del humor. Ni he visto que una persona con sentido del humor se convierta en un fanático, a menos que lo hubiera perdido. Con frecuencia, los fanáticos son muy sarcásticos y algunos tienen un sarcasmo muy sagaz, pero nada de humor. Tener sentido del humor implica habilidad para reírse de uno mismo. Es relativismo, es la habilidad de verse a sí mismo como los otros te ven, de caer en la cuenta de que, por muy cargado de razón que uno se sienta y por muy terriblemente equivocados que estén los demás sobre uno, hay cierto aspecto del asunto que siempre tiene su pizca de gracia.

            ¡Son casi las mismas palabras que hemos leído a Chesterton, con casi un siglo de distancia! Se ve que no avanzamos nada: los escritores inteligentes nos las tienen que repetir generación tras generación. Aunque Oz nos da una advertencia suplementaria: ¡Pero cuidado! La propia idea de comprimir el sentido del humor en cápsulas, de hacer que otros traguen mis píldoras humorísticas por su propio bien, curándose así de su trastorno está ligeramente contaminada de fanatismo. Mucho cuidado, el fanatismo es extremadamente pegajoso, más contagioso que cualquier virus.

            Bueno, es difícil no asentir a cada uno de los párrafos anteriores. Por suerte, la vehemencia no es fanatismo. Yo mismo tengo opiniones muy vehementes sobre la mezcla de bebidas. Acepto y aplaudo muchos cócteles (o cocktails), pero ver a una Coca-Cola violando un Etiqueta Negra me supera. Sin embargo, no por ello rompo relaciones amistosas con el responsable de la salvajada. Sólo le amargo la noche a base de pullas. No sé, no sé, tal vez ande más cerca de lo que creo del fanatismo whiskero.

            Pese a la digresión precedente, comparto la visión de Oz arriba citada. Y me permito añadir alguna idea a las que él pronunció en su día. Considerados humor (no absurdo, ése lo dejamos aparcado por el momento) e ingenio como armas dialécticas, podemos observar sin grandes sudores, que un fanático está en una posición táctica inferior a la de un rival no fanático.

            En efecto, el ingenio es una excelente herramienta ofensiva. Puede ser un objeto contundente, de filo o de punta. Lo podemos usar para aporrear, acuchillar o pinchar al otro. Y hasta para realizar algunas espectaculares contras, aprovechando un ataque enemigo para volverlo en su perjuicio. Pero si nuestro rival logra atravesar nuestra guarda, sólo podremos respirar tranquilos si llevamos puesta una coraza humorística. El humor es una armadura magnífica y peculiar. Al recibir el embate, un humorista transforma la energía ofensiva en defensiva e, indirectamente, la vuelve contra el otro.

            Un ingenioso sin humor se quedará de piedra al ver cómo su tremebundo ataque, capaz de destruir la autoestima y la razón del enemigo, es recibido con una sonrisa o, peor, con sonoras carcajadas. Tal espectáculo desarma al fanático, le deja con el culo al aire. Ya no sabe qué hacer. Si el humorista aprovecha para lanzarle un directo mordaz puede que recobre la conciencia, si es de mente ágil. En cambio, si la réplica consiste en más humor, el fanático estará perdido. Tal vez enmascare su derrota, fingiendo una retirada llena de dignidad, pero no se engañen. Por dentro está desolado. ¡El enemigo se ríe de sí mismo, se muestra jovialmente humilde, reconoce entre risas que el fanático tiene parte de razón, sin compartir con ello los dogmas! Eso está más allá de la comprensión fanática.

            Hagan la prueba. Es muy divertido. A no ser, claro, que el fanático pase de la dialéctica a las armas materiales y nos pegue una paliza con sus amigotes. O nos descerraje la cara de un tiro. ¡Qué gente!

septiembre 3, 2010

Puertas abiertas

Filed under: 1 — conunvasodewhisky @ 1:31 pm

¡Bien venidos, señoras y señores, bien venidos! Hemos liquidado Agosto, así que cumplo la palabra dada, al menos en parte. Desde el próximo martes las Divagaciones whiskeras regresarán para no llegar a ninguna parte en concreto. La Parte Tercera de Reino y República, en cambio, sigue en formación. Esperemos que no por mucho.

Entonces, si son tan amables de seguir al mono, les atenderemos lo antes posible.

¡Salud!

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