Con un vaso de whisky

enero 19, 2011

Thomas versus Thomas

            Estoy en proceso de ver Los Tudor. Cuantos me la recomendaron insistían en que cada temporada mejora y así lo espero. Después de concluir la primera de ellas, he llegado a tres conclusiones. Primera, que si Catalina de Aragón se parecía a lo que ahí nos muestran, Enrique VIII se quedó corto buscando el divorcio. Yo la hubiera asesinado de la forma más desagradable y, luego, culpado al primer cortesano que cuadrase y me cayese mal. Segunda, que Sam Neil es el mejor actor de estos diez capítulos, con diferencia, encantado el hombre de interpretar al maquinador cardenal Wolsey. Y tercera, que Jeremy Northam, aunque es un actor apreciable, no acaba de convencerme como Tomás Moro (Sir Thomas More para los amigos).

            El mayor obstáculo del señor Northam es que yo haya visto el peliculón que es A man for all seasons (un tanto hagiográfico, pero peliculón), mal traducido en España como “Un hombre para la eternidad”. Basado en la obra de teatro de Robert Bolt (que la adaptó al cine), se llevó a casa (entre muchos otros, como varios BAFTA y Globos de Oro) seis premios Oscar: Mejor Película, Mejor Director, Mejor Guión Adaptado, Mejor Director de Fotografía en Color, Mejor Diseño de Vestuario en Color y Mejor Actor Principal. Éste último fue concedido a Paul Scofield, que siempre será en mi cabeza Thomas More.

            Me sorprende, en cambio, que nadie haya premiado el talento Leo McKern, actor que encarna a su implacable rival, Thomas Cromwell. Con sus ojos bicolores, su rostro amenazador y su voz portentosa, el señor McKern nació para ser un magnífico actor secundario. Igual de bueno como el conservador cardenal Leone (en Las sandalias del pescador) que como tabernero bocazas (en La hija de Ryan) o, como aquí, retorcido hombre de Estado.

            Me cuesta mucho seleccionar escenas de esta película, porque es difícil encontrar una mala. Los actores son todos, como mínimo, respetables. Los diálogos son ágiles y agudos. Es una de esas obras que, al verla y escucharla, estoy seguro de ello, uno crece en sutileza.

            Pero bueno, voy a dejarles dos fragmentos. En el primero, More, en proceso de caída en desgracia ante el Rey, es citado por Cromwell para ser interrogado. El astuto Secretario del Consejo busca penetrar la armadura de silencio del antiguo Canciller. Es complicado no admirarlos a ambos: a uno por su inteligente defensa, sopesada al milímetro, y al otro por su correosa habilidad como interrogador.

            La segunda escena es incluso mejor (y esta vez la he encontrado subtitulada, aunque en inglés). More ya está preso en la Torre de Londres. Pero el Rey aún desea que su viejo amigo vuelva a su lado. Así que nombra una comisión para convencerle. Cromwell sigue de inquisidor implacable. Junto a él, el Arzobispo Cramner y el Duque de Norfolk, no muy brillante en cuanto a dialéctica, pero también amigo del preso. Atención, que cada ataque y cada réplica es de traca. Esto es esgrima de calidad.

            A ver cómo logran Los Tudor igualarlo.

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